Respetando el peso de la tradición heredada de padres a hijos y en la búsqueda de un vino que mostrase todo el potencial y la especialidad del Tempranillo de la Sonsierra riojana, la familia Eguren creó en 1991 Señorío de San Vicente. Para ello eligió en 1985 la finca La Canoca de 18 hectáreas en la que se plantó únicamente una variedad autóctona y prácticamente extinguida debido a su baja productividad, la Tempranillo Peludo.
En este privilegiado enclave del corazón de La Rioja, donde el río Ebro y la Sierra de Cantabria van de la mano y contribuyen a mejorar los atributos de los frutos que da la tierra, se encuentra San Vicente de la Sonsierra.
Un pueblo que, desde hace muchos años, ha sabido aprovechar las inmejorables condiciones climáticas y geomórficas para adaptarse a los tiempos y convertir en su actividad económica fundamental la elaboración de GRANDES VINOS.
SAN VICENTE
UN VINO CON PERSONALIDAD
De esta forma, mezclando sabiamente los antecedentes culturales transmitidos de padres a hijos con las nuevas técnicas que contribuyen a mejorar la calidad del producto final, se procede a la vinificación de las uvas seleccionadas. A lo largo de todo el proceso se cata el vino para analizar su composición y tomar las decisiones oportunas que le confieran el sello personal.
Y así, poniendo todo el cuidado y el cariño en el trabajo diario, SAN VICENTE ve su nacimiento. Un vino que nos brinda una personalidad diferenciada y en el que se aprecia, como no, la mano del hombre y los secretos de una familia dedicada desde antaño a este menester.
UN ENVEJECIMIENTO DE EXCEPCIÓN...
Bajo tierra, en las mejores condiciones naturales de temperatura y humedad, SAN VICENTE dormirá durante más de dos años en una selección de barricas de roble americano y francés exclusivamente nuevas de 225 litros.
Durante este periodo, el vino completará sus cualidades primarias y adquirirá el tanino y el bouquet propio de un vino que ansia la excelencia.
... PARA ALCANZAR SU PLENITUD EN BOTELLA
Una vez envejecido y ensamblado, el vino se traslada a la botella donde alcanzará todo su potencial, redondeando todos sus atributos y resaltando su calidad. Pero, antes de ver la luz, el vino tiene que ser vestido para presentarse en sociedad. Una etiqueta de lujo para un vino de excepción.
Después, cuando se descorche degustaremos la tierra, el clima, la sierra, el rio,... y, cómo no, el sabor de la experiencia; ese buen hacer mejorado con el paso de los años, una tradición que bien merece la pena ser mantenida.
Elegancia, sutileza, plenitud. Toda la personalidad del Tempranillo Peludo autóctona de la Sonsierra riojana y la expresión concreta de la combinación entre suelo, clima y variedad.
