Vinos tintos con un potencial muy personal, fruto de la tranquilidad, el cariño y la paciencia.
En sus orígenes, en la finca apenas si había unos miles de cepas, en la tradicional forma de vaso.
El matrimonio Rodero – Villa, rodeados de un excepcional equipo, y apostando por una forma muy particular de concebir el vino, ha logrado que hoy en día el Pago de los Capellanes supere las cien hectáreas de viñedo propio, en espaldera, que rodean la bodega, conjugando variedades como la tempranillo o tinto fino, la cabernet, y la merlot, y haciendo posible cumplir un sueño que se remonta a 1980.
La producción reducida permite el estricto control de la calidad final del producto, así como el seguimiento personal de todas las partidas embotelladas. En los viñedos de la bodega solamente permitimos 5.000 kg de uva por hectárea, por debajo de los 7.000 permitidos por el Consejo Regulador de la Ribera del Duero, un claro ejemplo de la apuesta por la calidad de nuestra materia prima.
Así nace toda la gama de vinos que hoy llega al mercado con su sello. Tintos con un potencial muy personal, fruto de la tranquilidad, el cariño y la paciencia.
El nombre de Pago de los Capellanes proviene del término municipal en que se sitúan los viñedos y la bodega. Pago, como paraje o lugar, designa una superficie de terreno.
Antiguamente, en el periodo del siglo XIII al XIV, existía en Pedrosa de Duero una capellanía, y los habitantes del lugar donaban pequeñas parcelas de terreno a los capellanes a cambio de misas y oraciones por los difuntos.
Con el paso del tiempo, los capellanes de Pedrosa llegaron a reunir un término municipal, pero con la llegada de la desamortización de Mendizábal (1855) las propiedades de la iglesia y el clero debían regresar a manos del ayuntamiento.
A pesar de ello, los habitantes de Pedrosa siguieron llamando al Pago, el de los capellanes.
Pago de los Capellanes Crianza
Se inicia la vendimia a primeros de octubre, comenzando con las parcelas más maduras. A la entrada de la uva en la bodega, se tratan por separado las dos variedades Tinto Fino 90%, Cabernet Sauvignon 10%, se siembran los depósitos con levadura autóctona (pie de cuba) y se pone en marcha la fermentación alcohólica. Durante el encubado, 30 días, se realizan montados y bazuqueos diarios controlando densidad, temperatura y evolución de la población de levaduras. Al término de esta fermentación, se sangran los depósitos y se llevan a maloláctica.
El inicio de la fermentación maloláctica se efectúa sin adición de bacterias y se controla la temperatura a 20º C durante un periodo de 22 días, controlando los índices de ácido málico y ácido láctico. Cuando el ácido málico está por debajo de 0,1 g/l se hace el trasiego separando las lías y sin filtrar ni clarificar ni pasar por frío se lleva directamente el vino a barricas.
Durante doce meses el vino reposa en barricas nuevas y seminuevas (nunca mayores o más viejas de tres años) de Roble Francés y al cabo de este periodo, se lleva a depósito para homogeneizar, únicamente se filtra por placas (de poro abierto) y se embotella.
El Crianza reposa durante doce meses en botella antes de salir al mercado
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