Corrían los años 80 cuando José María Ruiz Benito, gran conocedor, ya en aquel entonces, del potencial de la Ribera del Duero, tenía la gran ilusión de crear su propio vino para acompañar al cochinillo, el plato estrella de su restaurante. El Restaurante José María, en Segovia.
Aún la Ribera era casi una gran desconocida, pero su ímpetu en los años anteriores por mejorar el trato al vino en su establecimiento de hostelería, le había llevado a profundizar en las tierras y los vinos que existían en la zona.
Tenía claro que su ilusión era elaborar un vino diferente que fuera el gran aliado del cochinillo.
En 1987 José María Ruiz encabeza un grupo de segovianos amantes del vino concibiendo el proyecto de crear una bodega en una buena zona de vinos tintos. Eligieron la Ribera del Duero por su proximidad geográfica a Segovia y por ser la zona con más futuro dentro de los vinos españoles. Peñafiel era la opción más interesante por ser el centro histórico del vino tinto de la Ribera del Duero.
Tenían claro que el punto de partida había de ser la plantación del viñedo. No pocos estudios demostraron que, para este propósito, las laderas de Carraovejas, muy famosas en Peñafiel por ser el mejor maduradero de la Comarca, constituían el enclave ideal y la tradición así lo demostraba: los viejos del pueblo recordaban cómo los vinos procedentes de Carraovejas eran los más apreciados cuando salían a la venta. El color, aroma y sabor de estos vinos eran inconfundibles.
Sin duda la situación, el terreno y el clima tenían mucho que ver. Ubicada a tres kilómetros de Peñafiel, en la solana de los valles del río Botijas, un apéndice del valle del Duero, del que tan sólo le separan cuatro kilómetros, la finca goza de un microclima en el que se conjugan los efectos dulcificadores del Duero, los vientos dominantes del Oeste, que favorecen la buena sanidad de la uva, y la orientación Sur de nuestras laderas de suaves pendientes, protegidas del dañino viento del norte, así como de las heladas primaverales y otoñales. Es aquí donde conseguimos lo que necesita un buen viñedo: Sol y aire.
No había duda, nuestro sitio era Carraovejas. Sólo había que añadir un componente de calidad y vanguardia que optimizara las favorables condiciones que a todos los niveles puede ofrecer esta zona. Sólo así se consiguió que fuera el primer vino de la Ribera del Duero con 25 por ciento de Cabernet Sauvignon, en una época en la que el Tinto Fino era el rey absoluto. Así mismo pudimos ser pioneros en la utilización de roble francés en la Ribera del Duero y en instalar riego por goteo en toda la finca, un sistema que nos permite aportar el agua necesaria, de una forma racional y específica, mejorando la calidad de la uva tinta destinada a crianzas y reservas.
La plantación de viñedo cuenta con tres tipos de suelos predominantes, repartidos por la finca en función de la orografía del terreno; tres variedades de uva: Tinto fino (Tempranillo), Cabernet Sauvignon y Merlot; y tres sistemas de cultivo: Cordon Royat, Vaso vertical y Terrazas en viticultura de montaña.
Estos factores definen nuestro “terroir” y nuestros tres vinos: Crianza, Reserva y Reserva Especial ó Vendimia Seleccionada Cuesta de las Liebres.
1991 alumbró la primera cosecha de Pago de Carraovejas, fruto de los apenas 70.000 kilos que dieron las 25 primeras hectáreas en producción. En los años siguientes viña y bodega irían aumentando en sucesivas ampliaciones a través de un continuo pero también pausado y meditado crecimiento, regido siempre por el criterio de no perder ni un ápice de calidad, alcanzándose hoy las 150 Ha. Hoy en día sigue nuestro interés por ir más allá y la finca ya cuenta con 5 Ha de viñedo en un sistema de terrazas único y pionero en la Ribera del Duero, donde conseguiremos unas condiciones de aire y sol excepcionales para obtener una materia prima de gran calidad.